Desde la Página cinegética Agreste Caza – todo un alegato en version fanzine a favor de la… muerte – ya nos tienen acostumbrados a las andanadas de un plomo que siguen vomitando aún después de colgar las escopetas con las que tan bien se lo pasan esos muchachotes. No voy a decir que son más letales cuando aporrean el teclado que al apretar el gatillo – en el segundo caso el ajusticiamiento de un ser vivo no es un recurso literario – pero ambas actividades se complementan entre sí y en sus cerebros habituados a justificar lo injustificable, seguramente se asienta la peregrina creencia de que acabar con la vida de criaturas inocentes, puede venderse como una actividad decente y hasta imprescincible a base de adornarla con verbos, adjetivos, sustantivos o pronombres. Lástima del tufillo a panegírico de las ejecuciones que siempre emana de esos textos.
La cuestión es que utilizando la arrogancia a modo de pólvora, empleando por arma la difamación y la mentira, y teniendo como blanco a todos los defensores de los derechos de los animales, estos personajes vierten acusaciones con la misma agilidad con la que coleccionan en sus salones trofeos decapitados. Una actitud nada sorprendente, es cierto, en quienes glosan sus gestas escribiendo con sangre ajena sobre los despojos de otros.
Llevan en esta línea mucho tiempo, tanto como hace que alguien empezó a proclamar que matar no puede ser un deporte legal. Pero parece que ahora, con los últimos acontecimientos, se sienten especialmente envalentonados, por lo que no muestran el menor reparo en publicar un panfleto que a pesar de no ser reciente, deben de considerar idóneo repetir para echar leña al fuego que tanto gustan de alimentar: el de la quema de cualquiera que ponga en tela de juicio la libertad que reclaman para matar animales.
En dicho artículo podemos leer los siguientes pasajes: “La de Equanimal no es la única conexión que existe en España entre una ONG animalista y el oscuro y oculto mundo que rodea al eco-terrorismo” , o que: “SOS Galgos es otra ONG que martiriza constantemente a los galgueros españoles y declaraciones como ésta (se refieren a la denuncia de un canódromo por esta Asociación) ponen de manifiesto las comprometidas y ocultas relaciones que, según Lee, al menos algunos de sus miembros mantiene con uno de los eco-terroristas más famosos de la historia” .
No es mi intención entrar ahora en el debate de la caza. Que cada cual se forme su opinión sobre quienes en ocasiones se jactan en foros de cazar especies prohibidas (hasta gorriones), organizan algunos campeonatos cinegéticos – con difusión pública incluída – donde se ofrece vino y aguardiente en el desayuno (alcohol y armas), están molestos por las trabas de la administración para que los menores puedan cazar (adolescentes con armas) o abandonan, apalean y matan a perros que ya no les son útiles por viejos, enfermos, heridos o poco aptos para la caza (los galgueros con especial incidencia y crueldad). Bien es cierto que no todos los cazadores actúan así y que entre ellos bastantes condenan el furtivismo o no maltratan a sus perros, pero de lo que ninguno se libra es de matar animales por entretenimiento.
Resulta ilustrador y muy inquietante que, colgando ese escrito en sus páginas en un momento como éste y con nombres concretos tanto de organizaciones como de personas (leyendo el texto completo se puede comprobar. Su título es: Ecoterrorismo, la sombra animalista) practiquen tan ladino ejercicio de maledicencia y hagan gala de semejante desprecio a una figura del derecho como es la presunción de inocencia. Y que, ya en el colmo de la perversidad, pretendan establecer vínculos entre el terrorismo y una organización como SOS Galgos, cuya labor de denuncia, rescate, cuidado y adopción de galgos maltratados y abandonados es encomiable. Y todo porque esta Asociación pone en evidencia la masacre de perros llevada a cabo año tras año por algunos galgueros. Creo que es suficiente con ver las tétricas imágenes de numerosos cuerpos de galgos colgando de árboles tomadas en diferentes puntos de nuestro País – “tocando el piano” dirían socarrones los que los ahorcan – para saber que esas prácticas son tan infames como reales.
Supongo que el progresivo endurecimiento de las leyes relativas a la actividad cinegética, la constante disminución de licencias – y de afición, claro está – los incontables accidentes de caza – por negligencia casi siempre – habidos cada año con muertos y heridos y, por supuesto, el que cada día menos ciudadanos se crean las cacareadas pretensiones conservacionistas y ecologistas de los adictos a descerrajar tiros sobre criaturas vivas, es algo que les tiene muy nerviositos. Por eso disparan como lo hacen, convirtiendo en munición incluso el alfabeto. La verdad es que lo extraño sería encontrar cordura y sensibilidad en quien se lo pasa pipa matando y espera poder seguir haciéndolo con impunidad, sin que ningún metomentodo venga a privarles de lo que ellos llaman “su libertad”. Valientes lecciones de ética pueden ser las que vienen de aquellos que coleccionan cadáveres, y que en vez de sentir placer contemplando cómo se desarrolla en otros seres la vida, experimentan regocijo ante la agonía y la muerte que ellos les provocan.
Julio Ortega Fraile
No hay comentarios:
Publicar un comentario